jueves, 17 de marzo de 2011

Booted & Suited. Capítulo 9: Bienvenido a las laderas


Nota: Lo de siempre: los videos, fotos y links a las canciones las ponemos nosotros, NO son del libro. 

Capítulo 9: Bienvenido a las laderas

Jesús ama a los pequeños skinheads
A todos los skinheads del mundo
En sus tirantes y botas
Y su cabello corto
Jesús ama a los pequeños skinheads del mundo
Canción popular en las graderías, cantada a ritmo de “Jesus loves the Little children” de Ray Stevens.

El año de 1971 empezó donde 1970 había acabado, con la reputación del Tote End creciendo cada semana. Otra visita del Aston Villa en Enero significó un batalla masiva tan pronto como los fans del Villa se bajaron del tren en Stapleton Road- la calle junto al Black Swan estaba llena de botellas rotas, ladrillos y mierdas que habían dejado atrás los dos bandos en su pelea. Estábamos pasando un día de campo, los periódicos estaban llenos de nosotros, y nos encantaba.

“¡Somos superiores! ¡Somos superiores!” era un extraño, casi infantil, canto vociferado por una feroz banda de skins del Preston North End que nos sorprendió desprevenidos. Llegaron temprano y se infiltraron en el Tote End un Sábado a principios de Abril.  Los cabezi-rapados, y de pantalones blancos y anchos Lancastrianos, no solo habían montado un campamento en nuestra gradería local, sino que también habían   profanado el estadio al graffitear “PNE Skins”  y dibujar enormes y caricaturescas ilustraciones de Doc Martens por toda la parte de atrás del Tote. Habían obtenido una victoria, pero una que, al igual que su canto infantil, estaba a punto de llegar a su final con un bien planeado ataque a dos frentes apenas sonara el silbato del medio tiempo. El ataque carnada, del que yo era parte, arrancó del lado derecho, los tipos de Preston, ansiosos como nosotros de probarse a sí mismos, se nos lanzaron, completamente ajenos a la multitud más grande que los atacaba desde atrás. El movimiento sorpresa causó revuelo, salieron corriendo hacia la cancha, ensangrentados, golpeados y derrotados, sólo había una cosa que podíamos cantar: “¡Son inferiores! ¡Son inferiores!”  Nunca había escuchado esos extraños cantos antes, y lo que es más importante nunca los volví a escuchar después.

El siguiente fin de semana era pascua. Las cosas se veían realmente bien: los Rovers lo habían estado haciendo bien y decidimos salir en uno de nuestros viajes de nuevo, esta vez lejos… a Gales. Debido a la falta de dinero tuvimos que viajar en el más horrendo modo de transporte conocido para cualquier hooligan que se respete- los buses para fanáticos del club. De todos modos, había un montón de nosotros mientras salíamos de Eastville, ansiosos de una pelea y de darle a los Taffies una buena paliza. El sol brillaba y mis Monkey Boots no podían dejar de bailar- Dave & Ansel Collins estaban en el puesto 1 con “Double Barrel”- ¡verdaderamente Dios era Skinhead!  

Aunque el Reggae era casi que la música propia de los Skinheads, el Soul, y en menor grado Motown, también era popular todavía, especialmente entre las Skinhead girls en los salones de baile y clubes juveniles. Pero por más que disfrutaba llevar el ritmo las canciones de Arthur Conley y Junior Walker con mis botas, las grabaciones de Diana Ross y Stevie Wonder me dejaban frio. Yo sabía lo que realmente quería: moon-hopeante, boot-stompeante, y poco sofisticado Reggae. La popularidad del Reggae había llegado a su punto máximo en 1970,  pero todavía tenía influencia sobre nosotros un año más tarde, y cuando “Double Barrel” llegó al número 1 en Marzo, se comprobó que los skinheads todavía estaban vivos y pateando, literalmente. 


Sin embargo, estaba volviéndose difícil  escuchar y comprar Reggae reciente. Radio One y las  listas estaban dominados por apestosa basura Hippy, con Marc Bolan y T.Rex pasándola genial. “Ride a White Swan” me irritaba como un putas. Era demasiado pegajosa, casi hasta me gustaba- lástima que la cantara algún Yeti drogadicto. Como skins relativamente jóvenes, habíamos explorado las joyas de unos pocos años atrás y dependíamos de los geniales álbumes compilados  Tighten Up y Club Reggae, que se podían comprar por menos de una libra esterlina, qué regalo. Comprar sencillos era toda una aventura. CA Records en Picton Street era un sitio donde regularmente veías Skins…
“¿Tienes ‘Hijacked’ por Joe Gibbs, Roy?” le preguntaba al dueño de la tienda todas las mañanas de Sábados, como relojito.
“Llegará el Lunes de la otra semana” era la respuesta estándar de Roy.   
El problema era que cada vez que llegaba un disco clásico, te lo arrebatada inmediatamente el que ofrecía más. Descubrí que a CA todavía  le iba bien a principios de los 90’s y pensé en intentarlo una vez más.
“¿Tienes ‘Hijacked’ por…”
“Llegará el Lunes de la otra semana”, respondió Roy, sin siquiera tomarse la molestia de levantar la mirada del cigarrillo que enrollaba. Entendí el mensaje, nunca conseguí ese disco.

Los skins habían desarrollado una afinidad con el Reggae, y con su predecesor el Rocksteady, de la misma forma en que los Mods habían sido asociados con el Soul y el Ska. Había cierta presunción en el Reggae que le hacía especialmente apropiado para los Skins: sin pretensiones, básico y en ocasiones hasta ‘feo’, los dos iban de la mano y en ciudades con una gran población inmigrante como Londres, Birmingham,  y en menor proporción, Bristol, había hasta Skins negros. De hecho mucho de las primeras modas Skins, fueron plagiadas de sus equivalentes negros adolescentes. Sombreros Pork Pie y trajes apretados en Mohair con la bota del pantalón justo por encima de los tobillos habían sido populares entre los ‘rude boys’ en Jamaica. El porqué jóvenes blancos, working class, que vivían en los council estates, adoptaron música negra del otro lado del Atlántico,  es un misterio, pero por lo menos yo no iba a aguar la fiesta. Yo era un estereotípico skin, y escuchaba mi estereotípica música.  Moría de ganas de visitar el Bamboo Club, el legendario club jamaicano en el Distrito Saint Paul de Bristol, en el cual se  habían presentado leyendas de la música jamaicana como Owen Gray, Alton Ellis y los Skatalites. Pero con solo 15 años y vestido como me vestía, sabía que las posibilidades de que eso pasara eran las mismas de que Enoch Powell visitara el Curry House de su barrio y pidiera un vindaloo. No es que fueramos racistas- lejos de eso. De hecho, ningún skin que haya conocido en esa época lo era, por lo menos no en lo que se refería a los jamaicanos. Debo admitir que habían ataques a asiáticos y desafortunadamente el término ‘Paki-bashin’ había entrado al lenguaje inglés para principios de los 70’s, pero los skinheads negros estaban usualmente involucrados en estos ataques junto a sus amigos blancos, así que decir que era por la raza es un poco difícil.  

La verdad es que muchos de los skinheads eran ‘tipos malos’ y los ataques e insultos a solitarios asiáticos, así como a greasers y a homosexuales, eran más acerca de seguir a la manada y probar su llamada ‘dureza’, y no sobre  hacer alguna declaración de políticas. La política, por lo menos durante los primeros años de este culto en particular, no era algo que le importara una mierda a los skins.  

Pensándolo bien, una buena cantidad de skins probaron el queer bashing (ndt: golpear mariquitas) al igual que  el paki bashing; no habían muchos pakistanís en Henbury así que teníamos que conformarnos con los maricas. Una vez lo probé- la parte de golpearlos no la de ser marica. Fui a los baños públicos al fondo de Cheltenham Road junto a Nicky Pullin, un tipo de Horfield que había conocido durante la pelea contra Preston.  El plan era que Nicky esperara junto a los inodoros mientras yo estaba parado afuera, esperando a que Quentin Crisp, o  quien fuera, apareciera. Yo sé que se supone que los baños públicos  son huecos de mierda, pero éste lo era literalmente. Lo que hacía que los homosexuales quisieran tener sexo en baños sucios, asquerosos y llenos de mierda y orines, iba más allá de mi imaginación. Confirmaba mis prejuicios, se merecían una buena paliza, robarles la billetera sería un extra.  Eventualmente Quentin apareció.  Era un viejo grande que se quedó mirándome justo a los ojos, sabía lo que se avecinaba, de hecho tal vez hasta le gustaba la idea. Obviamente se le había insinuado a Nicky. 

“Chris, ¡ya! ¡Atrapa al hijoputa!” gritó Nicky desde dentro del mierdero.
Esperé.
“¡Ya! ¡Entra aquí!”
Seguí esperando, ahogué una risa.
“¡Quítame las manos de encima asqueroso marica! ¡Browner entra aquí ya mismo!”
Todavía podía escuchar los chillidos de Nicky mientras abordaba un Bus 77 que pasaba. Me reí para mí mismo mientras dejaba a Nicky a su suerte.  Por lo que sé, tal vez todavía siga allí. 

Diré lo putamente obvio: El sur de Gales es un sitio pesado. Décadas de sudar, esforzarse y partirse la espalda en molinos de acero, minas de carbón y puertos habían producido una población agresiva y beligerante. Si hay una cosa que los chicos de los valles disfrutan más que pelearse entre ellos, es pelear con ingleses. 

Llegamos a Swansea, confiados y con ganas de pelear. Sin embargo el Tote End llegó allí en pequeños grupos, y no en multitud como había pasado en Torquay. Ese era el problema con los buses, en especial los de fans del club. Sin ninguna organización ni ningún líder nos empezábamos a sentir un poco inquietos.
Swansea quedaba bastante lejos del cómodo Torquay, hileras de casas en ladrillo rojo, fábricas de acero, puertos: el lugar perfecto para criar duros, rudos fanáticos del Aggro. No íbamos a quedar decepcionados, Waddsy tomó el liderazgo como de costumbre. 

“Vamos a buscar un pub y pasar desapercibidos por un rato. A ver qué pasa.”
Ninguno de nosotros estaba de humor para ir buscando problemas, no todavía. Era la primera vez que nos sentíamos vulnerables. En nuestro territorio, Eastville, éramos invencibles ante cualquiera, sabiendo que había una multitud gigante que nos respaldaba; pero aquí estábamos por nuestra propia cuenta, y resaltábamos como las bolas de un bulldog. Nerviosamente jugueteaba con la pequeña navaja automática que había escondido en el interior del forro de seda de mi bomber de gamuza. Si me tocaba, si de verdad, verdad me tocaba, tendría que usarla hoy. Mis manos temblaron y mis bolas se encogieron al tamaño de una arveja congelada. Andy, ¿dónde estás?

Luegos de varias rondas de “Lo siento chicos, son demasiado jóvenes”, no las arreglamos para encontrar un pub no muy lejos del estadio de Swansea. Waddsy entró primero, siempre lo hacía, era el que se veía mayor. Le seguimos casualmente, tan casualmente como era posible con tus bolas acomodadas plácidamente en tu estómago.

“Light Split (ndt: creo que alguna combinación de cervezas)” dijo Denny, su voz una octava   más grave de lo normal.
 
“¿Son lo suficientemente grandes, chicos?” preguntó el folla-ovejas del dueño.
“Seh, todos tenemos 18” dijo Waddsy. Eso era un chiste y el dueño lo sabía. Por mucho yo podía pasar por alguien de 17, pero Lil no se veía ni de 15, más bien parecía de 12.
“Ok, pero siéntense en la esquina y nada de problemas.”
 
Nos dirijimos todos a la esquina, nuestros ojos fijos en nuestras cervezas, no nos atrevíamos a mirar alrededor.
“Todo estará bien” dije “los demás llegarán pronto y nos encargaremos de este sitio.”
Todos asintieron con la cabeza, sin creerme ni un segundo.
 
El pub estaba prácticamente vacío, unos cuantos pensionados, fumando sus cigarros y leyendo sus periódicos.  Mientras que cerca, junto a la maquinita de apuestas un par de chicos locales, vestidos con ropa estándar de hooligans de fútbol, Levi’s, botas y Harringtons idénticas, cada uno de ellos con su pelo limpio y organizadamente corto, nos miraban con atención. Nos habían visto de inmediato. Había 6 de nosotros, los mejores cuatro de Henbury  más un par de chicos de Yate   que acabábamos de conocer y que se nos unieron para la diversión. Los Taffies se susurraron algo entre ellos y salieron rápidamente. Estaban planeando algo.
 
“Vamos tras los bastardos” dijo Benny, siempre bocón, siempre estúpido.
“No, déjales. Acabamos de llegar, no pasará nada” dijo Waddsy.

Pasaron 10 minutos. Cada vez que se abría la puerta nos preparábamos y dejábamos salir un pequeño suspiro de alivio cuando entraba otro pensionado con su perro. Finalmente la puerta se abrió con un poco más de esfuerzo. Una docena de ellos entraron silenciosamente. Nuestros ojos se encontraron. Conocíamos a la mayoría de los chicos que seguían a los Rovers, y éstos no se nos hacían familiares.

“A mi amigo le dieron una paliza en Bristol en Navidad”, soltó el Folla-Ovejas #1 (Ndt: Término despectivo,  para referirse a los pobladores de pueblos rurales, donde hay muchas ovejas y más comumente para referirse a los habitantes de Gales),  fácilmente de 18 años y del doble del tamaño de todos nosotros juntos.
“¿Y qué putas nos importa?” respondí. No podía creer que lo había dicho, me arrepentí de inmediato.
 
Aún estaba sentado, era un blanco fácil. Me metió los dedos justo en los ojos, el dolor era increíble. Grité en agonía y puse mis manos sobre mi cara. Luego sentí un golpe en el lado de mi cabeza, los puños llegaron rápidos y fuertes. Los otros también se jodieron, ni siquiera mostramos resistencia fue un demostración vergonzosa. Todo acabó en cuestión de segundos. De hecho pudo haber sido mucho peor, se dieron cuenta de que éramos solo niños y pensaron que unos pocos golpes eran suficientes. Pensamos que se irían, pero se quedaron, pidieron pintas y se quedaron mirándonos, tirándonos portavasos de vez en cuando, retándonos a que intentaramos salir por la puerta. Al dueño no le importó ni mierda, obviamente ya lo había visto todo antes. Pero pronto se arrepentirían de no haber hecho nada cuando tenían la oportunidad.

Keith Hurt apareció en la puerta, el callado, indiferente y de gafas Keith Hurt, uno de los bastardos más malvados de al norte del río. Detrás de él, una fila de la que no se veía el fin de Tote Enders entró al Pub llenó de humo. ¡Habían llegado los refuerzos!

“¿Quién te hiso eso, chiquillo?” preguntó Keith, mostrando verdadera preocupación, mis ojos estaban inyectados de sangre y llorando.
“Ese hijoputa de allí”. Señalé a Folla-Ovejas #1, que para entonces se encontraba manchando de café sus pantalones.
Keith siempre pensó que las acciones decían más que las palabras.
“Te gusta golpear niños pequeños ¿no, maldito imbécil?”
 
Me sentí ofendido de que me trataran de niño pequeño, chiquillo estaba bien, pero pequeño niño me hacía estremecer.  En todo caso, esto valía la pena totalmente. Keith no encajaba en el perfíl  del  típico hooligan de fútbol. Gafas estilo Buddy Holly, saco rosado y pantalón en pana beige. Doc Martens muy brillantes eran su única referencia a la moda Skinhead. Agarró a #1 por la garganta, le pegó un rodillazo en las bolas y lo golpeaó mientras caía. La mayoría de Tote Enders estaba todavía en el bar pidiendo sus bebidas, pero apenas se dieron cuenta de que había aggro se lanzaron. Lección #1, tira a los  malditos al piso, lección #2, patea. No podías habernos apartado si quisieras. Estaba ansioso por venganza, atravesé la multitud y pisé la cabeza de #1, que para entonces estaba llorando como un bebé. Volví a sentir la navaja con mis dedos…No, no tengo lo necesario, mejor solo patea al maldito. Ahora estábamos todos allí, Benny y Lil yendo por unos de los más chicos, Lil por fin manchando de sangre sus botas vírgenes, sonreía de oreja a oreja. Waddsy reventó un vaso sobre uno de ellos que luchaba por llegar a la puerta. De alguna forma los Taffies lograron escabullirse fuera del pub, golpeados y ensangrentados, habían recibido una buena paliza. “VENGAN Y PRUEBEN UN POCO DEL AG-GERO DEL TOTE END” resonó en sus oídos, La venganza era dulce.


No duró mucho. Aún estábamos un poco cautelosos en el camino al estadio. Había habido algunas peleas pequeñas, todas terminadas rápidamente por la policía, nada serio.  Pero en el estadio hubo total confusión. Intentábamos encontrar su End, siempre nos dirigíamos al End del equipo contrario- ésta era la única forma de establecer nuestra reputación- pero a diferencia de la mayoría de lugares, el crew de Swansea estaba establecido en las largas graderías a un lado de la cancha. Terminamos en las graderías descubiertas, dándole la espalda a la prisión de Swansea, como 200 de nosotros, pero la mayoría de nuestro grupo estaba en el otro lado cubierto, opuestos a nosotros.  

“¡Vengan a unírsenos, vengan a unírsenos acá!” nos gritaban nuestros camaradas en el lado opuesto. No tenían que decirlo dos veces, nos lanzamos inmediatamente a cruzar el campo de juego. Los demás nos siguieron, los folla-ovejas, pensando que íbamos a por ellos también se lanzaron al campo de juego. Nos encontramos en la bomba del centro de la cancha, y más gente del Tote seguía viniendo desde el otro extremo de la cancha, era un caos. Todo era movimientos rápidos, puños, patadas, entra con una patada voladora, apunta al estómago o a las bolas, haz algo de daño, luego corre. La policía se nos unió, perros, caballos y un par de cientos de vagos intentando hacerse daño entre ellos. ¡Magnífico!  

La calma fue restablecida a tiempo para la patada inicial. Fui sacado del estadio por la policía junto a una docena más. Ni mierda, pensé, no había venido hasta tan lejos para pasar la tarde del Sábado vagando por ese basurero.  Vi a un tipo de Ambulancias St John.

“Hey amigo, ¿dónde está el puesto de primeros auxilios?” pregunté señalándole mis ojos. Todavía estaban inyectados de sangre y me dolían mucho.
“No aquí afuera, chico” respondió “queda adentro del estadio”
“¿quéééé? Pero si el poli me dijo que era acá afuera” me quejé.
“Vamos yo te llevo adentro” me sujetó del brazo como si fuera una especie de soldado herido.

Resultado perfecto, estaba de vuelta en el estadio sin problemas, incluso me frotó un poco de Germoline en los ojos un mariquita galés  que sentía tanta lástima por mí. Rápidamente me volví a unir a la apretujada masa en las gradas. Los Rovers empezaron volando, íbamos 2-0 para el medio tiempo y los dos grupos de fans mantenían un intercambio de groserías e insultos, separados por una fila de polis y sus Pastores Alemanes que se veían malvados. Los cantos se pusieron más y más insultantes. Entonces, lo llevamos muy lejos. Siempre había un canto que garantizaba que los Taffies se volvieran completamente locos, incluidos los policías, tan pronto empezamos a cantarlo, nos arrepentimos. “ABERFAN, ABERFAN, ABERFAN…”. Era pleno medio tiempo, siempre un momento riesgoso y el canto fue como poner un trapo rojo frente a un toro. Empezaron a salir por montones desde la parte de arriba de las escaleras, pasando junto a los polis que estoy seguro los apoyaban.

Estaban armados con ladrillos, botellas y tornillos, caíamos como moscas. Angus, un tipo viejo y grueso de Lockleaze había estado parado junto a mí. Ahora estaba botado en el piso junto a mí con un par de tijeras sobresaliendo de entre sus hombros, sangre manchando su Fred Perry. El Tote presentó resistencia, pero los de Swansea venían desde la parte de alta de la gradería hacia nosotros, lo que es una ventaja. La policía por fin se decidió a intervenir, pastores alemanes y bolillos entraron en acción, restableciendo el orden rápidamente, pero no antes de que los guerreros celtas hubieran infligido gran daño a los invasores ingleses.
 
En la cancha, los Rovers ganaron 3-1, fuera de ella fue un sangriento empate. Ahora íbamos al tiempo extra. Empezó de nuevo, furioso combate mano-a-mano en las pequeñas calles alrededor del estadio, pelea entre tres, el Tote End, los Taffies y la poli.  Incluso me las arregle para conseguir una bufanda blanca y negra del Swansea en medio de la pelea, un preciado color  que agregar a mi cada vez más grande colección de trofeos. El aire estaba lleno de sirenas, ladridos de perros, y ese rugido subiendo cada vez más de volumen. El viejo favorito: “¡Vengan a ver!” (Come on then!) o “¡Denle a los bastardos!” (‘Ave the bastards!) Caos y violencia totales.

Pero ahora teníamos un problema, un gran problema. Debíamos regresar a los buses y nadie recordaba dónde estaban parqueados. Me até mi recién adquirido souvenir a la cintura, bajo la chaqueta. Encontramos un pequeño grupo de fans de los Rovers esperando en una esquina, se veían ansiosos.
“¿Están esperando a los buses?” En realidad no necesitábamos preguntar, los reconocíamos del viaje de llegada.
“Sí, deberían  llegar en cualquier momento…”
“¡Puta mierda! ¡Miren a toda esa gente, corran!”

Apenas nos vieron rugieron, ese rugido gutural. Me recordaba la película Zulu. Salimos corriendo en todas las direcciones, eran muchos más que nosotros. Benny, Waddsy y yo corrimos a través de una entrada grande con rejas de hierro, doblando la esquina, buscando desesperadamente un lugar donde escondernos. Era un área industrial, una fábrica de gas. Estaba cagado del miedo, mi corazón resonaba, mir piernas se volvieron de gelatina y mis bolas regresaron al modo arveja-congelada. Recé a Dios para que los folla-ovejas hubieran seguido derecho por la calle principal. No contamos con tanta suerte. Deben haber sabido que nos habíamos metido a un callejón sin salida. Había edificios, oficinas, alrededor nuestro. Benny y yo empujamos una puerta, un guardia de seguridad estaba sentado con sus pies arriba de la mesa, leyendo el periódico.
 
“¡Ayúdanos amigo, nos persiguen!” le grité.
“Largo de aquí ingleses maricas” fue su simpática respuesta. Tuve la extraña sensación de que no iba a ayudarnos.

Cerré de un portazo la puerta tras de nosotros. De afuera se escuchaban los sonidos de violencia, le estaban dando una buena paliza a alguien. ¡Waddsy! ¡Todavía estaba afuera! Puta, teníamos que ayudarlo.

Abría la puerta de nuevo y corrí afuera, preparado. Debí haber estado demente. Benny estaba justo detrás de mí. Éstos eran bastardos malvados y estaban armados hasta los dientes. Pateé a uno, pero era una pérdida de tiempo, di tus oraciones Browner, me dije a mí mismo. Waddsy estaba en el suelo, en posición fetal intentando proteger su cabeza, recibiendo patadas. En ese momento se volvieron hacia mí, una barra de hierro chocó contra mi cráneo, caí como un saco de mierda. Luego empezaron a llegar las botas, una me dio directo en la cara. El calido, dulce sabor a sangre llenó mi boca. Empecé a balbucear, mocos, sangre, lagrimas.
“No más, no más, por favor” lloriqueé “ya fue fuficiente…”
“Claro que no lo fue, inglés de mierda”
 
Podía escuchar sus gruñidos cada vez que pateaban, como un boxeador expulsando el aire con cada golpe, lo hacían en serio. Podía olerlos, oler el betún de sus botas, incluso saborearlo.

Su trabajo terminado, hicieron un salida apresurada, sin duda iban en busca de más presas. Una calma y un silencio se apoderaron de mí, el único sonido era mi patético lloriqueo y el borboteo de la sangre de mis destruidas nariz y boca. A duras penas sabía qué estaba pasando, dónde estaba, lo que estaba haciendo. Luego un despertar de consciencia de lo que estaba pasando llegó. Estaba en la parte de atrás de una ambulancia dirigida al Hospital Singleton.

La sala de espera era como como una zona de batalla. Había chicos magullados y ensangrentados por todas partes, heridas de cuchillo, cabezas rotas, cuerpos golpeados por ladrillos, botellas, de todo. Números más o menos iguales, al menos habíamos dado tanto como habíamos recibido. Waddsy sonreía, casi ni tenía un rasguño, solo una pequeña herida de cuchillo en su costado, sangre manchando su mejor Ben Sherman.

Me cosieron la cabeza y le pusieron vendajes,  el cuerpo me dolía como un putas y mi labio se sentía como si fuera del tamaño de una pelota de rugby. Había recibido una buena paliza, me habían fracturado el cráneo- algo de lo que jactarse- y mi cara era un verdadero desastre.  Mira el lado amable, Browner, me decía, al menos vas a tener una buena cicatriz, algo de lo que presumir en el colegio.

Había cerca un par de Tote Enders conocidos. Incluso empezamos a reírnos y a bromear con los chicos de Swansea que estaban allí- chicos amables en verdad, justo como nosotros.   Anoté el teléfono de un chico, prometí que seguiríamos en contacto, nunca lo hice. Le habían cortado la cara con un cuchillo, iba a tener una cicatriz hermosa. Estaba celoso.

Todos empezamos a cantar la canción de la gallina pati-chueca, el himno estándar de los hooligans de fútbol. Skins ingleses y galeses unidos, pasándola bien juntos… el personal del hospital estaba anonadado y sorprendido, no entendían. Libros serían escritos por expertos, psicólogos intentarían analizarnos, World in Action y Panorama harían docmentales sobre nosotros y se harían preguntas en el parlamento. Seríamos estudiados y varias teorías serían expuestas por los grandes pensadores de la nación sobre porqué los jóvenes causaban problemas en los  partidos de fútbol. Yo podía haberles ahorrado mucho tiempo y esfuerzo. Era bastante simple… lo disfrutábamos. 

Abril 1971. A cientos de millas de allí, en Carlisle, un chico nació el mismo mes en que yo recibía una paliza en Swansea. Sin duda llegó al mundo gritando y pateando, incluso tal vez vomitando y cagando. Mis contemporáneos y yo habíamos estado causando aggro en Baghdad mientras el futuro autoproclamado hooligan número uno de Inglaterra aún estaba en las bolas de su padre.




miércoles, 2 de marzo de 2011

Booted & Suited. Capítulo 8: Salir a impresionar

Volvimos, qué pena con la demora, pero la verdad es un poco dispendioso lo de la traducción. Perdón si no los publicamos cada semana como había dicho, haré lo posible.

Una vez más: los videos, fotos y links a las canciones las ponemos nosotros, NO son del libro, ojalá les guste. 

Y para los que no han leído las 2 partes que publicamos antes, las encuentran acá:
Capítulo 1: En busca de Wally 

Capítulo 7: Una lección de historia
 (Los capítulos del 2 al 6 no están, las razones se explican en el link del cap. 7)
 
Capítulo 8: Salir a impresionar
Waddsy – alto, bien plantado, inteligente, un bastardo calculador- era nuestro Joe Hawkins. Estaba bordeando la expulsión del colegio. Las cosas normales en realidad: beber, robar, pelear, igual que todos nosotros- pero Dennis Wardell, pues lo hacía mejor que el resto de nosotros. Naturalmente, lo admirábamos.
“Miren lo que me robé”, se jactaba Waddsy mientras abría su maleta marcada con “Trojan” y “Tote End Skins”.
“¿Sánduches de queso?”  preguntó Benny, siempre haciéndose el idiota. “No. Esto, estúpido  y feo cara-manchada”
Benny no podía discutir eso, después de todo, era sin duda todo lo dicho. Waddsy sacó una docena de discos plateados. “Son explosivos, los he tomado de esa choza junto a las vías del tren. Las ponen en la carrilera cuando hay mucha neblina.
“¿Cómo se deshacen de la niebla?” preguntó Benny. Todos lo ignoramos. “Entonces ¿qué hacemos con éstos, Den?” pregunté, una pregunta simple, pensé.
“Volarle las piernas a algún pobre hijoputa” respondió  indiferentemente. Se las tiramos a los fans del Villa, y cuando empiecen a saltar al ritmo de “bow legged chicken (ndt: Gallina pati torcida)” o algo así, explotan y ¡hey presto! Brummies (Ndt: término coloquial para habitantes de Birmingham) de mierda con una sola pierna. “ Claro", pensé, "cómo no se me ocurrió eso".
“Pero primero” continuó “necesitamos probarlos…¡Scully!” Todo el mundo en cualquier escuela tiene su Scully. El chico que hará cualquier cosa, probará lo que sea, comerá lo que sea, dirá lo que sea… que sea estúpido. Scully todavía tenía botas con taches, perfectas para saltar sobre pequeñas minas antipersona. Scully un tanto aburrido, aceptó.  

Estuvimos castigados una semana y reportados por un mes. A Scully le compraron un par de botas nuevo, y Waddsy estaba un paso más cerca de ser expulsado. Pero su experimento había sido un éxito total, próxima parada: Tote End.

Los Rovers tuvieron un tremendo desempeño en la Liga y habían llegado hasta la 5ta ronda contra el “viejo enemigo”: Aston Villa. Los del Villa eran nuestros némesis. No en la misma liga que nuestro odio por Bristol puto City, obviamente, nada podía compararse a eso, pero el Villa estaba en la Tercera División con nosotros, mientras que solamente teníamos una oportunidad al año de aplastar a los fans del City  en la final de la Copa Gloucester, y aún faltaba mucho para Mayo. Un público de alrededor de 30,000 llenó el Eastville en una increíblemente húmeda noche de Noviembre. Ya había habido pequeñas peleas a lo largo de Stapleton Road, pero PC Rain (Ndt: la policía, creo) lo había hecho bien, y había mantenido el aggro bajo control. Bajo el techo del Tote End las historia era diferente, no había nada que nos separara y había peleas por doquier. Era tiempo para que Waddsy entrara en acción.

“Aquí Browner, lanza unos de éstos”  Waddsy me pasó algunas de las minas antipersonales. “Lánzalos así” salto alto y los lanzó rozando las cabezas rapadas para mayor efecto. Le hice caso sin mucho ánimo, mi corazón palpitaba con miedo y emoción. Esperamos… nada pasó. 

El juego continuó.  Stuart Taylor marcó un gol para los Rovers.  Un gol justo antes del medio tiempo siempre era un preludio para más violencia. Otra vez empezó, botas y puños por todas partes, miles de mojados y vaporosos jóvenes reventándose unos a otros. “Fertiler, fertilizer, fertilizer” nos provocaban los Brummies, burlándose de nuestro acento.

“Brimimgum, chewing gum” replicó el Tote, un poco patéticamente.
“No puedo creerlo” exclamó Waddsy, “no están estompeando (ndt: pisando fuerte)” Los Skinheads amaban estompear, nacieron para eso. “¡Salten de arriba a abajo bastardos!” gritó lo más duro que su voz de adolescente le permitía.

Nada. Waddsy empezó a desear que en los parlantes empezara a sonar “Skinhead Moonstomp” de Symarip, el himno Skinhead, la astuta y un tanto oportunista nueva versión de “Moonhop” de Derrick Morgan. Eso haría que los bastardos saltaran.

“Solo hay una cosa por hacer”  dijo Waddsy “ya vengo. Voy a hacer que esos hijoputas canten”.
“¿A dónde vas  maldito loco?” pregunté, ya sabiendo muy bien a dónde se dirigía.
Y así se fue, abriéndose camino a empujones entre la multitud, en dirección a la mitad de los fans del Villa.

“Está demente”, dijo Lil. Un poco desubicado, estaba Lil.  El hijo, de uno cincuenta y nada de estatura, de clase media de un hombre de negocios norteamericano, ahora viviendo en el gentil Westbury-on-trym, haciendo lo correcto y enviando a sus hijos estadounidenses a la escuela en un council estate del norte de Bristol. Tenía la razón en todo caso, Waddsy estaba demente. Lo perdimos de vitsa, pensé que estaba en problemas. Si la basura Brummie no notaba su acento, seguramente notaría su chaqueta Levi´s con un pequeño grafiti de “TOTE” en el parche de cuero arriba del bolsillo del pecho. Esperamos con la respiración agitada.

“Soy un pollo con piernas chuecas, soy una  gallina pati torcida. No había sido tan feliz desde no sé hace cuánto. Camino con un meneo, y me contoneo cuando camino, haciendo la caminata del ¡HOLTE END!” rugieron los Brummies. Aquí viene, pensamos… “La, la, la, la, la ,la, la, la”. Saltaron, como solo los fans del fútbol lo saben hacer, apoyándose en los amigos, las manos sobre los hombros de un completo desconocido de adelante, escandaloso, glorioso pisoteo… pero ni una puta explosión.

Pensamos que habíamos perdido a Waddsy por esa noche, o que había sido machacado hasta la muerte por algún Psicópata de Quinton, o arrestado por Old Bill (Ndt: literalmente el Viejo Bill, término coloquial para la policía), pero increíblemente encontró el camino de vuelta a nosotros, con una gran sonrisa en su cara. ¿Y qué si las minas no explotaron? ¡Qué astucia, que valentía, qué demencia! Había logrado una hazaña que le daba status de héroe entre nosotros, eso era lo que importaba. En cuanto al juego, el Villa empató,causando más caos, y desatando un ataque de proporciones épicas por parte de los Tote Enders: “A-G, A-G-R, A-G-R-O, ¡AGRO!” Si tan solo, si tan solo… hubiéramos aparecido en la portada del Daily Mirror (Ndt: periódico).

Solo había una cosa que disfrutábamos más que un poco de bovver en los juegos en casa, y eso era los juegos como visitantes. Había ido a juegos como visitantes antes- mi primer viaje hacia lo desconocido había sido a Reading en 1969, cuando además de una sorprendente victoria en el campo (Rovers ganaron 5-1), los novedosos skinheads del Tote End habían destrozado a los biscuitmen de Berkshire. Pero ese día, había viajado en los molestos buses para fans del club, y ahora, varios meses más tarde, no podía soportar la idea de sentarme junto a algún imbécil con su gorrito de lana y sujetando una matraca y un termo de té. Solo había una forma de viajar: el especial de fútbol, cortesía del tiquete para la plataforma de 3 peniques. Y sí que tuvimos un viaje genial, cortesía de British Rail: Torquay.

Esta vez sí que íbamos realmente en manada. Parecía que toda la escuela de Henbury estaba allí y todos íbamos armados. No que muchos de nosotros estuviéramos realmente preparados para usar armas. Era simplemente lo normal, tenías que andar con un arma, pura demostración de creerse valiente.  Los baños de la escuela fueron desvalijados ya que todas las cadenas fueron removidas de sus cisternas y escondidas entre nuestra ropa, al igual que nuestros favoritos, los tubos, la peinilla de metal, barras de hierro, y tal vez el arma más siniestra de todas, una botella de zumo de limón llena de blanqueador. 

El viaje de llegada había sido calmado. Unas cuantas latas de Double Diamond habían calmado nuestros nervios- nerviosos sobre Torquay, qué ridículo, pero lo estábamos. No sabíamos qué esperar. Habíamos escuchado rumores de que Argyle iría, y había mucho odio entre los Rovers y esos bandidos de Union Street desde el juego en Home Park el pasado Abril. Había sido un juego al que había ido junto al resto de chiquillos de Henbury, en el que nos habíamos pegado a nuestros mayores mientras peleábamos firmemente, primero alrededor de la estación, luego  en el parque que rodea Home Park, y tercero en las graderías de concreto del estadio mismo,  antes de repetir los actos en reversa, mientras volvíamos  a la estación.

El canto de “E por B y ‘enbury” (E-for-B and ‘en-bury) se estaba volviendo tan popular en Eastville como el original “E-for-B and Georgie Best” lo era en el Old Trafford, y lo que es más, nuestras caras empezaban a ser conocidas y aceptadas entre los chicos de otros distritos. Teníamos un buen Crew, pero no estábamos en la misma liga que algunos de los otros. Lockleaze, Fishponds y Kingswood, estaban todos bien representados, pero no había resentimientos. Estábamos todos juntos, éramos el Tote. Éramos un joven Crew en ascenso. Algunos de los de Lockleaze tenían más de 18, veteranos de los viejos días, que orgullosamente llevaban las impresionantes patillas mutton-chop que habían sido tan populares entre los skins más maduros y de las que, de nuestro crew, solo Waddsy podía alardear. Y luego estaba Andy Phelps.

El Grande Andy, o “El Oso” como los fans del Villa le llamaban de mala gana, era una leyenda, nuestro líder indiscutible. Él, junto a Brian Willis, había creado el Tote End en Enero de 1967 luego de una pelea en la copa FA con el Arsenal, que no solo atrajo un público de 35.000, sino que también fue la primera invasión y ocupación a gran escala por parte de fans visitantes a las graderías cubiertas del estadio local. Andy juró que el Tote End nunca sería tomado de nuevo, no sin una pelea al menos. A través de los años hicimos lo mejor que pudimos para cumplir la promesa de Andy.

Andy era una paradoja. Mientras casi todos los miembros del Tote eran Skinheads adolescentes con sus bolas recién crecidas, Andy tenía más de 20 años, con una complexión masiva como de una casa de ladrillo, y lo que es más, era un greebo- una gran masa rodante con pelo que le llegaba hasta los hombros, usando jeans sucios y chaquetas de cuero.  Conseguir un movimiento de cabeza en aprobación de parte del gran tipo era un gran logro en sí mismo. ¿Qué hacíamos nosotros, que nos enorgullecíamos de nuestra apariencia y nuestra actitud, siendo guiados por él? No lo sé, pero le seguíamos, cuando Andy estaba cerca nos sentíamos más seguros, invencibles, era como nuestro amuleto de la suerte.

Había otros de igual presencia, el maravillosamente nombrado “’Arry Barra de Hierro”, de quien había escuchado mucho, pero visto poco y el muy real Peter Kimble, un tipo gigante y peludo que trabajaba en el puerto de Avonsmouth, era más grande incluso que Andy. Los skinheads eran liderados por personajes como Dobbsy quien, extrañamente y al igual que Andy, venían del otro lado del rio, y Rob Boyle de Eastville. Rob era una cara importante dentro de los skins, un astuto y bien educado individuo que más tarde se convirtió en profesor. Siempre se veía bien, Rob, Ben Sherman a cuadros, cardigan negro largo, pulgares plantados tras unos tirantes rojos brillantes, el par más brillante de Dr Martens Cherry que salían de debajo de Sta Prests verde-mostaza con el quiebre planchado tan finamente que parecía que te podías cortar; puro estilo.
“¿Todo bien, jóvenes?” decía Rob. Se paraba ahí, llenando el vacío dejado por la ahora ausente puerta que había sido arrancada   bruscamente por alguno de sus jóvenes acompañantes.
“Seh, bien Rob ¿y tú?” le respondí, con el pecho hinchado de orgullo.
“Tenemos que estar preparados hoy, los de Argyle vienen en camino. Así que anden todo juntos, ¿ok?”
“Sí, no hay problema”
“Bien, los veo más tarde”
Hay algo sobre llegar a un pueblo pequeño en tren. Tan pronto como el pueblo saltaba a la vista y el tren empezaba a aminorar la marcha, las ventanas bajaban y las cabezas salín “¡BER-RISTOL, BER-RISTOL, BER-RISTOL!” cantábamos, aterrorizando a algún pobre tipo que había salido a cuidar sus verduras al jardín. No podíamos esperar a bajarnos, las puertas se abrían y salíamos a correr por la plataforma. Todo empezaba en seguida, un portero recibía un empujón, maletas eran pateadas, una ventana era rota. No habíamos ni salido de la estación y el Aggro ya estaba empezando ¡Putamente genial!
  
Afuera de la estación había un comité de bienvenida de la policía, pero se llevaron una sorpresa – la inteligencia para evitar la violencia del fútbol aún estaba en su infancia. Tenían mucho que aprender.  La ley no podía arreglárselas con cientos de vagos llegando al mismo tiempo, un camión de carne (Ndt: expresión para camión de la policía) y un perro no iban a detener a tanta gente. A medida que salimos de la estación y nos dirigimos a la costa, un solitario Triumph Herald giró por la esquina directo hacía nosotros. Estúpidamente paró, sus ocupantes de mediana edad y clase media nos miraron sorprendidos, primero con un poco de molestia y luego con horror al darse cuenta de la situación en la que se encontraban. Rodeamos el carro y rápidamente lo teníamos balanceándose hasta que eventualmente se volcó, el ruido de las ventanas rompiéndose siendo recibido con aullidos de risa de parte del ruidoso grupo.


Corrimos bordeando la costa, gritando, insultando a todos a la vista. Todos los ojos estaban sobre nosotros, con total desprecio, los locales nos miraban boquiabiertos al ver este horrible y herético montón de jóvenes de la malvada ciudad de Bristol. Fue divertido sí, pero un poco demasiado fácil “¿Dónde están los contrarios? ¿Dónde están los Skins de Devon?” por fin encontramos algunos, eran tres, uno alto que se veía buen rival, y otro dos más pequeños como de nuestra edad. Sin dudarlo nos lanzamos de una. Los dos más pequeños escaparon en el acto. No podía creer cuando el alto se quedó en su lugar, esperando preparado para la violencia. En el último segundo se arrepintió y salió a correr, desafortunadamente para él, fue directo a un poste. Y ahí entraron las botas, nos peleábamos entre nosotros para ser los primeros en patearlo. Justo cuando me preparaba para darle una buena patada sentí un golpe en mi cabeza.
“¡Quítensele de encima, idiotas!” Era Rob Doyle.
“Déjenlo tranquilo por dios, ¡está solo!”
Rob daba patadas y puños, quitándonos a todos de encima. Todos nos echamos para atrás preguntándonos cuál era su plan.
“Levántate amigo, lo siento por eso, sólo son un montón de imbéciles”. Le devolvió su chaqueta Wrangler, la cual alguien estaba decidido a quitarle. Rob tenía la razón, eso estuvo totalmente fuera de lugar. Fue una valiosa lección para todos. Éramos duros, nos gustaba la pelea, pero esto no estaba bien.
“Cualquiera de ustedes vuelve a hacer eso y se gana una paliza de mí, ¿Vale?” gritó Rob.
 
Nos marchamos, tiempo de encontrar un Pub.
No fue difícil. Para esa hora Torquay estaba invadida por Tote Enders, todos los pubs estaban llenos a reventar, ideal para que pequeños 14 añeros  se escondieran en las oscuras esquinas sosteniendo sus grandes Tavern Kegs;  cuatro pintas (Ndt: 1 pinta es medio litro) más tarde estábamos vueltos mierda. El viaje al estadio fue tan ocupado como el viaje desde la estación, un carrito de leche volcado, galones del líquido yéndose por el drenaje, vidrios rotos por todas partes, una caseta lanzada sobre una pared para luego caer 17 metros dañando varios autos.

El partido en sí fue un anti-clímax. Nos tomamos su End, apropiadamente llamado el Cowshed (Ndt: literalmente establo de vacas), sin ningún problema.  Por dios, incluso un montón de enanos con un solo brazo podrían haberse tomado su End, difícilmente era un logro. Momento de empezar con los polis. “¿Cuál es tu problema, bobo?¿Cuál es el problema contigo, eh?” cantábamos al ritmo de la canción de Rolf Harris “Tie me kangaroo down sport”. ¿A  quién se le ocurrían esas canciones? ¿Se sentaban en sus cuartos y dedicaban sus vidas a escribir canciones de fútbol? Pobres bastardos. 

La ley se nos mandó encima, bolillos afuera y todo el mundo se mantuvo firme. Sin organizarse, sin pensarlo dos veces, sin preocuparse, sólo lo hacías, era natural.  Nadie pensaba que estuviera haciendo algo fuera de lo común o malo; eras un adolescente,  eras un fan de fútbol, por lo tanto peleabas. Si no podías pelear con un chico justo como tú, que pensaba igual, que vivía una vida igual, entonces,  ¿Con quién podías pelear?

A la ley le dimos unos buenos golpes. Pasarían años antes de que se organizaran  lo suficiente para controlar a los hooligans en las gradas. Mientras tanto, su única arma efectiva eran los perros. Eran algo común en las gradas en los 70’s: brutalmente grandes y peludos Pastores Alemanes, usualmente acompañados por  brutalmente grandes y peludos policías, ya que es un hecho irrefutable que los que manejaban a los perros siempre tenían barba. Los perros tuvieron el efecto deseado, la calma se restableció rápidamente. 

 El partido se acabó con un empate 1-1. Solo un fan de Argyle fue, un chico de raza mixta, tan común en Devon como lo era el metal en el gabinete de trofeos de los Rovers. Antes de que el marica pudiera terminar “ARGYL…” fue golpeado por un puño del tamaño de su cabeza proveniente de Andy Phelps. El pobre bobo quedó inconsciente de un solo golpe. Vería esta escena repetida muchas veces a través de los años.  Andy no era el tipo de persona que se detenía a pensar bien en sus opciones, tampoco era el tipo de persona que daba patadas. No lo necesitaba, usualmente un puño era suficiente.  Es divertido la cantidad de pueblos y clubes de fútbol a los que fuimos, pero suyos nombres nunca alcancé a escuchar completos, “MANSF…” ¡Pum! “WALS…” ¡Pum! “Bourne…” ¡Pum! Genial.

Luego de otras cuantas pintas, y un fugaz manoseo con un par de las Skinhead girls locales que pensaban que nosotros los Bristolianos éramos  lo mejor, volvimos al tren para un viaje de descanso de vuelta a Bristol. Un viaje de descanso con asientos arrancados, retretes rotos, ventanas quebradas y bombillos quitados. El cable para comunicarse fue jalado más veces que el pene de un adolescente, e incendios fueron iniciados con alarmante frecuencia. Los habríamos apagado pero todos los extintores habían sido arrojados por las ventanas. Para colmo, un grupo había atacado el carro de la comida, golpeado al vendedor de bebidas y tomado su dinero y productos, resultando en barras Mars y Double Diamond con descuento rondando por ahí. 

El último juego de 1970 en Eastville fue contra Swansea Town, el día después de Navidad, un día amargamente frio en el que no había buses y que nos representó un desalentador viaje de 4 millas desde nuestra área de influencia al norte en nuestro Council Estate de Henbury, que parecía el Ártico.    Al momento de llegar al estadio, estábamos congelados e incluso la botella de whisky que Lil le había robado a su viejo   del mueble de bebidas, no calentaba nuestros espíritus. El Tote actuó como de costumbre, dándole una buena paliza a esos folla-ovejas en el Open End. No me tocaron ni me molesté. Hacía demasiado frio y me estaba dando gripa. En todo caso, no quería dañar el Crombie que mi madre me había regalado para Navidad- no un genuino marca Crombie, simplemente uno de esos de Keedons que costaba £12, todo el mundo los usaba. El partido fue una mierda, 0-0. Nos tomamos un par de Rones con Coca Cola en el White Swan antes de arrastrarnos de vuelta a casa. Estaba demasiado ebrio, y lo que era peor, había empezado a nevar.  

Sin embargo, en general 1970 había sido un buen, muy buen, año. Había hecho viajes como visitante a Luton, Bournemouth, Reading, Plymouth, incluso Aldershot, y por supuesto Torquay, y había salido relativamente sin un rasguño, cuando incluso la malvada batalla en un partido de la copa Gloucester en Ashton Gate, que había dado como resultado 40 arrestos de jóvenes, me dejó intacto (en gran parte gracias a que mantuve mi cabeza baja y mi boca cerrada). ¿Y qué si no eran Arsenal o Liverpool? Un puño o una bota de un Janner (Ndt: gentilicio informal para los que viven en Plymouth) duele lo mismo que el de un Scouser (Ndt: gentilicio informal para los de Liverpool) y como los Rovers se revolcaban en la Tercera División eso significaba que teníamos que sacar el mejor provecho en cuanto a Aggro siempre que pudiéramos. Mis esfuerzos por escalar en reconocimiento entre mis colegas y hacerme un nombre empezaban a dar sus frutos. Estaba tranquilo con mi identidad, y mi apariencia e incluso gustos musicales eran envidiados.  La música del año era legendaria por su simplicidad. Los skinheads no eran creaturas complejas, y la música cruda y básica de Norte América, y más importantemente, la de Jamaica, satisfacían nuestros aún más básicos instintos- “Give me just a Little more time” y “You’ve got me hanging on a string” por Chairmen of the Board y “Na, na, hey, hey, kiss him goodbye” de Steam, que se convirtió en uno de los himnos esenciales del fútbol, habían llegado al Top 10 en Enero y se peleaban con el continuo avance del Reggae en las listas  por parte de los sellos Trojan y Pama.

El muy plagiado  favorito de todos los ‘Ends’ del fútbol, “Liquidator” por Harry J Allstars, había entrado a las listas por primera vez en Noviembre de 1969 y se había mantenido allí hasta Marzo de 1970. Mientras la profunda  “Young, gifted & Black” de Bob & Marcia llegaba a su tope en el puesto 5 en Abril de 1970.  La banda responsable de que llamaran al nuevo sonido jamaicano “Reggae” o “Reggay” como en “Do the Reggay” allá por 1968, los Maytals de Toots Hibbert, llegaron al puesto 47 con “Monkey Man”. Y el maravilloso “Love of the common people” de Nicky Thomas que en los 80’s impulsó la carrera en solitario de Paul Young, llegó al puesto 9 en Julio.

Sorprendentemente, la canción defintiva de los Bovvers boys, “Skinhead Monstomp” de Symarip, no logró entrar al Top 50. En todo caso no estaba sola, “Johny too bad” de The Slickers,  con sus advertencias a los Rude Boys, o una de las primeras ofertas de “versions” , “Version Girl” por Boy Friday, tampoco entraron.
Con muchos de sus lanzamientos apuntando al aun creciente y predominantemente blanco, movimiento Skinhead, Troajn y su montón de subsidiarias (incluso había una llamada Agro, y una banda de sesión jamaicana llamada The Aggrovators) había sacado no menos de 70 sencillos ese año, vendiendo unas sorprendentes 250,000 copias en el mercado pop británico y como un sello independiente tenía un record de canciones como el de ningún otro. A pesar de todo el éxito del Reggae en los listados ese año, hubo una canción que superó por mucho cualquier cosa que Jamaica, o más específicamente Neasden, tenía que ofrecer. Y ésta fue, “Banf of Gold” de Freda Payne, que llegó al puesto 1 en Septiembre y se mantuvo en los listados por gloriosas 19 semanas.   

Tamla Motown, el sello que primero había alcanzado la fama durante los 60’s cuando los Mods causaban problemas en Brighton, también tuvo un hit en el puesto 1 en 1970 con “Tears of a clown” de Smokey Robinson, y otro hit de top 10 con el clásico anti-guerra de Vietnam de Edwin Starr, “War” y la maravillosa cacofonía de “Ball of confusion” de Temptations. Mientras que “Still water” y “It’s all in the game” de los siempre geniales Four Tops, daban fe de que aún faltaba un tiempo para la caída de Detroit. Sin embargo, el Verano había sido dominado por una canción local, la irritantemente pegajosa “In the summertime” de Mungo Jerry, que se mantuvo en el puesto 1 por 7 largas semanas, y finalmente fue tumbada por “The wonder of you” de Elvis Presley.

En cuanto a música, 1970 fue un año de mucha diversidad, desde la aburridora “Wand’rin Star” de Lee Marvin, hasta el asombroso “Voodoo Chile” de Jimmy Hendrix. Como mi nueva vida en las gradas, la música de los 70’s no tendría momentos aburridos, acababa de subirme a la montaña rusa de mi vida, y justo aquí, justo ahora en Diciembre de 1970, con tan solo 15 años, la atracción hasta ahora estaba pasando por la primera e inocente curva.