miércoles, 25 de mayo de 2011

Booted & Suited. Capítulo 11: Strides and shooters


Nota: fotos y links agregados por nosotros.
Links a los capítulos que publicamos anteriormente:

Capítulo 11: Strides and Shooters                                                                                                                                                                   
Para entonces la Escuela de Henbury ya había tenido suficiente de Dennis Wardell y sus secuaces, y lo inevitable sucedió. Waddsy y Benny fueron expulsados por su enésima fechoría. Las autoridades de la escuela habían visto a Denny como el jefe de una problemática subcultura y su expulsión fue veloz. Nunca lo volví a ver. Benny se unió al ejército, y así continuó siendo un hooligan  pero ahora le pagaban por ello. Su predilección por golpear mariquitas encontró una mayor satisfacción en las fuerzas al servicio de Su Majestad que la que jamás hubiera podido conseguir en la vida de civil.

La expulsión tuvo el efecto deseado, la escuela volvió a la normalidad y yo regresé a mis O-levels. Ahora estábamos sin líder, una manada sin el macho alfa, pero eso no duraría mucho. Estábamos en el último año de la escuela, más grandes y mejores cosas se veían en el horizonte.
Enero de 1972, tercera ronda de la copa FA – un excelente evento, visitantes ante Leeds United, la crema del fútbol británico, Billy Bremner, Norman Hunter, Jackie Charlton y todos los demás. Éste iba a ser nuestro verdadero momento de gloria, aggro en Yorkshire bajo un cielo gris-metálico. El Tote estaba en una racha, nada podía detenernos ahora, estábamos en las grandes ligas… por alguna razón, no me lo creía ni un poco.
Salimos de los trenes, cientos, miles de nosotros, ansiosos y dispuestos. Todos los chicos estaban allí: Ricky Lee, aun regocijándose en la gloría luego de lo del partido en Stoke, su fiel acompañante, Sparky, llamado así por su habilidad para noquear (Ndt: ‘spark out’ en inglés) a sus oponentes con un solo puño; el alto, delgaducho y siempre dispuesto Tom Slick. El confiable y con clase, Rob Boyle, Tim ‘que-nadie-corra’  Bass, y el incontenible Andy Phelps y propia pandilla, ‘The Tramps’ (ndt: Los Vagabundos), componían el resto.

Había un montón de lealtades confusas en este partido. Leeds United era un club grande, tenían bastantes seguidores dentro del Tote, junto con Chelsea (mi otro equipo), Manchester United, West Ham y muchos otros. Todo el mundo era hincha de algún otro club, aunque por alguna razón no podía imaginarme que el otro equipo de un hincha de Leeds United fuera los  Bristol Rovers. Los vimos por primera vez en el basurero junto a Elland Road. ¿El basurero junto a la calle Elland? Si todo el puto pueblo era un basurero. Aun así, los chicos se veían bien, muchos pantalones anchos a cuadros, al estilo Rupert Bear, amarillo brillante con rayas negras y gruesas, brutales abrigos sheepskin- los necesitaban ya que hacía frio como un putas en el norte. Pelo hasta los hombros, ni un skin a la vista, los tiempos estaban cambiando. Las botas aún se veían, muy brilladas y muy usadas a juzgar por como se veían. Eran chicos con estilo y lo sabían. Merecían mucho respeto… aunque no lo recibieron, en vez de eso recibieron una buena paliza.
“¡Vayan por el chico grande de allá!” nos ordenaba Tim Bass como era normal. Tim no debió haber sido un hooligan – no porque no fuera apto para el trabajo, sí que lo era, sino porque tipos con nombres como Tim, Nick o Simon simplemente no podían ser rufianes. Los rufianes tenían nombres como Dave, Steve, Andy o si acaso, Chris. ¿Pero Tim? No, ese era el nombre para un idiota de colegio. Había otra razón por la que Tim no debió haber sido un hooligan verdadero, su viejo era un poli. No le sirvió de mucho en todo caso. Tim en sus días estaba entre los mejores. Ver a Tim siendo perseguido en Stapleton Road por su viejo era algo que ver, pero no le hacía mucho bien a su reputación.

“Nah, déjenlo tranquilo, el pobre bastardo tiene un bastón, no podría salir corriendo así quisiera”, respondió Harvey compasivamente. ¿O es que acaso su comentario tenía algo que ver con que bajo su crombie, atada a su amplia cintura estaba una bufanda blanca, azul y amarilla del Leeds United? El grandote smoothie nos sonrió, y balbuceó algo en voz baja, por alguna razón creo que no dijo ‘gracias’. Le dejamos solo para que siguiera su camino por Elland Road  junto a media docena de sus amigos, todos sonriéndonos desde el otro lado de la calle. Tuve el presentimiento de que no sería la última vez que les veríamos.

Entre más nos acercábamos al estadio, más amenazador era el ambiente. Luego de la pequeña pelea, llegó la ley y nos escoltó hasta dentro del estadio, sin paradas, sin pubs, sin tomar, sin ni una puta mierda.  Estos polis eran profesionales, estaban acostumbrados a aggro a gran escala, no a mariquear con unos principiantes de algún pequeño y aburrido pueblo donde pasar vacaciones. Salimos relativamente ilesos, unos cuantos ladrillos y botellas que nos lanzaron y uno que otro intento de pelea, pero la ley se mantuvo al mando. Llegamos al estadio en una sola pieza, y todos soltamos un largo y frio suspiro de alivio.
Elland Road era el primer gran estadio al que muchos de nosotros habíamos ido. Se notaba, estábamos asombrados. Pensamos en tomarnos el Gerald Road End ¡sí cómo no! lo pensamos por un milisegundo. Algunos pobres bastardos lo intentaron y a duras penas vivieron para contarlo. Aun así, tuvieron una buena recepción  cuando la poli escoltó lo poco que quedaba de ellos a través del borde de la cancha y de vuelta a las relativamente seguras graderías de visitantes. Alguien debió haberles avisado a los fans de Leeds que este era nuestro lado, había casi tantos de ellos como de nosotros allí.

“¡Ay up, ay up, ay up, ay up!” les provocábamos. No es molestando, en verdad hablaban así. Nos burlábamos de su afeminado apodo: “Hey amigo, ¿a un peacock  hembra se le llama entonces pea-cunt (ndt: juego de palabras, peacock es pavo real, cock es jerga para verga y cunt es jerga para vagina, que también es un insulto)?”  grité, satisfecho conmigo mismo, especialmente cuando todo el mundo  se rió, incluidos los fans de Leeds.  Hubo varios comentarios sobre relaciones entre galgos y pichones, respondidos con otros sobre tractores y abono- sabíamos que iba a haber pelea, y no tendríamos que esperar mucho.

Ellos marcaron un gol temprano, el primero de cuatro. El Tote se lanzó sobre  los fans de Leeds que estaban agrupados frente a nosotros; ahora no había lealtades divididas, éramos nosotros contra ellos. Harvey se lanzó corriendo hacia el chico que había estado mirando con genuina admiración sus iniciales bordadas en el bolsillo de su crombie, una moda popular en Bristol pero que aún no se había extendido a Yorkshire; no se habría visto bien en sus sheepskins en todo caso.  La ley hizo presencia rápidamente, calmando las cosas con bolillos y perros, y todo había acabado antes de comenzar. Luego de unos 12 arrestos, incluido el de Dobbsy, quien más tarde sería multado unas insignificantes 5 libras esterlinas, y una inestable paz se había establecido para el medio tiempo. Los Rovers perdieron 4-1; no esperábamos mucho más que eso. Éramos un equipo promedio de 3ra división, ellos eran uno de los mejores equipos del país. Nuestro único pensamiento era regresar a la seguridad de la estación. Debíamos marcharnos antes del pitido final. 

“Tomemos un bus de vuelta, no quiero caminar”, sugirió Lil. No necesitamos de mucha persuasión. “Bien pensado, Lil”.
Los buses estaban alineados listos y esperando. También lo estaban los fans de Leeds. Mantuvimos nuestras cabezas bajas y nuestros cuellos (de las chaquetas) levantados y llegamos en una sola pieza a la estación. A juzgar por el estado de algunos fans de los Rovers que llegaron a la estación más tarde, nosotros fuimos afortunados. La larga caminata desde el estadio había tenido sus consecuencias en algunos Tote Enders. Nos reagrupamos, lo necesitábamos, los de Leeds estaban saliendo del metro al otro lado de la calle, cientos de ellos, como un enjambre de hormigas. No lo podía creer. Ya nos habían vencido 4-1, ¿qué más querían de nosotros? ¿Sangre? Obviamente sí. Danzaban a través del tráfico en un movimiento orquestrado, claramente realizado muchas veces en el pasado. Estábamos acorralados contra una salida lateral de la estación de trenes, grandes y pesadas rejas de metal  impidiendo nuestro paso a la seguridad del tren.

Se abalanzaron, nosotros estábamos en confusión. “¡Que nadie corra!” dijo Timmy, quien decidió mantenerse. Nos unimos a él, seguridad a través de la cantidad. Los que sí decidieron correr eran como gallinas sin cabeza, corriendo a través del tráfico, de vuelta al estadio, para ser rodeados por más  fans de Leeds que seguían apareciendo en las calles, pitos de carros, botellas rompiéndose, gritos, alaridos, los sonidos de la violencia. Los que nos quedamos nos estábamos manteniendo. No teníamos complejo de inferioridad, éramos tan buenos como ellos, si es que no éramos mejores. Y al final, no nos fue tan mal, pateé a un imbécil de Yorkshire justo en las bolas, y me golpearon en la cabeza como respuesta.
Fue ahí cuando lo vi, al smoothie con el bastón. Excepto que el bastón se había transformado mágicamente en un palo de Golf hierro 8. Sorprendentemente también se había curado de su cojera.  Ahora se encontraba persiguiendo a un desafortunado Bristoliano a través de Elland Road, agitando el palo a través del aire y lanzando el golpe con gusto. El sonido del hierro  chocando contra hueso me recordó mi viaje a Gales y me estremecí en un dolor compartido al tiempo que otro cráneo era fracturado en nombre del fútbol. Las puertas atrás de nosotros se abrieron. La policía intentó calmar la violencia y nos llevó hasta la plataforma, pero aún no había acabado. No había líneas que separaran a los fans peleando y el caos reinaba; personas que simplemente estaban paradas ahí antes se vieron envueltas en la pelea. Nos dirigimos a la relativa seguridad de nuestro tren. Bueno, pensamos que sería seguro…

  “Mierda, se subieron al tren. ¡Atrapen a los hijoputas!”
Estos bastardos no se rendían en su búsqueda de aggro. Tenían un apetito insaciable y nosotros éramos el plato fuerte del menú. Respondimos, pero era una pesadilla pelear en los confinados espacios de los compartimientos. Ventanas fueron rotas y un extintor de fuego fue activado. El Tote se estaba reagrupando a medida que más y más de nosotros nos apilábamos dentro del tren, algunas armas estaban siendo sacadas. Navajas, cadenas, peinillas de acero afiladas, todas estaban a la vista, cortando y lastimando. Eventualmente logramos expulsarlos, junto a la poli local, que aparentemente ya había visto todo esto antes.  Faltaba sin embargo, un tiro de despedida. Literalmente.

Nos sentamos en nuestro relativamente ileso compartimiento, Harvey, Lil, Mogger, Terry ‘Arkle’ Macallum (llamado así por saltarse una cerca en Shrewsbury con un salto asombroso. No estoy seguro si estaba persiguiendo a alguien, o si por el contrario, y más probablemente conociéndolo, estaba siendo perseguido por alguien), Johnny ‘ojos-azules’ Watt y yo.
“Buena pelea, ¿eh chicos?” dijo Arkle.
“Sí, genial.”
“¿Me vieron golpear a ese grandote de mierda?”
“Sí, y qué hay de mí. Me dieron una buena paliza…”
“A mí me dieron una patada en todas las pelotas, caí al piso como una bolsa de mierda…”

Toda la basura auto-engrandecedora de siempre, cada uno de nosotros intentando superar a los otros, historias que seguramente serían embellecidas con el pasar de los años.  El tren lentamente arrancó. Nos sentíamos satisfechos con nosotros mismos, y aliviados de haber salido relativamente ilesos. 

Todos nos arrumamos contra la ventana para dar nuestras despedidas a esos vagos de Yorkshire, todavía reunidos en la plataforma.
“¡Dame una RRRRRRRRR!” empezamos a gritar. “¡Dame una OOOOOOOOOO!” pero nos detuvimos súbitamente. Johnny Ojos Azules fue el primero en verlo: “¡cuidado ese pequeño hijoputa nos va a lanzar algo!”

Metió la mano dentro del crombie, que debía ser uno de los únicos que quedaban en Leeds. Esperábamos una botella, o un ladrillo, nos preparamos, o más bien nos cagamos del susto, cuando vimos el barril negro de una pistola saliendo de su bolsillo.
“¡PUUUUUUUUUUUUUTA!” gritamos en unísono. “¡Tiene una puta pistola!” Y la estaba apuntando directo a nosotros, una pistola negra y de barril grueso. No, esto no puede estar pasando, pensé, pero lo estaba. Disparó justo cuando todos nos lanzamos al suelo, el sonido del disparo y el de la ventana rompiéndose fueron simultáneos.  Todos los vidrios nos cayeron encima, alguien se cagó en sus pantalones; nos dispararon, nos disparó algún pequeño malparido de 16 años que intentaba mejorar su reputación. ¿Por qué a nosotros? Pensé, ¿por qué desperdiciar el tiro en una banda de fans de mierda como nosotros? Podría entenderlo si fuéramos Manchester United o Liverpool. Tal vez lo hacía todas las semanas, tal vez el aggro en la Primera División era así todas las semanas. Tal vez era el momento para dejar todo esto atrás, pensé. 

Nos levantamos en completo silencio. Así nos mantuvimos por varios minutos. Estábamos en shock. Entonces la puerta de nuestro compartimiento se abrió. Tom Slick se asomó “¿y qué putas pasó acá?”
“Oh, casi nada” respondí, “solo que nos dispararon, eso es todo”.
“Claro, cómo no” respondió Tom, se volteó y se fue. “Bastardos mentirosos.”