miércoles, 2 de marzo de 2011

Booted & Suited. Capítulo 8: Salir a impresionar

Volvimos, qué pena con la demora, pero la verdad es un poco dispendioso lo de la traducción. Perdón si no los publicamos cada semana como había dicho, haré lo posible.

Una vez más: los videos, fotos y links a las canciones las ponemos nosotros, NO son del libro, ojalá les guste. 

Y para los que no han leído las 2 partes que publicamos antes, las encuentran acá:
Capítulo 1: En busca de Wally 

Capítulo 7: Una lección de historia
 (Los capítulos del 2 al 6 no están, las razones se explican en el link del cap. 7)
 
Capítulo 8: Salir a impresionar
Waddsy – alto, bien plantado, inteligente, un bastardo calculador- era nuestro Joe Hawkins. Estaba bordeando la expulsión del colegio. Las cosas normales en realidad: beber, robar, pelear, igual que todos nosotros- pero Dennis Wardell, pues lo hacía mejor que el resto de nosotros. Naturalmente, lo admirábamos.
“Miren lo que me robé”, se jactaba Waddsy mientras abría su maleta marcada con “Trojan” y “Tote End Skins”.
“¿Sánduches de queso?”  preguntó Benny, siempre haciéndose el idiota. “No. Esto, estúpido  y feo cara-manchada”
Benny no podía discutir eso, después de todo, era sin duda todo lo dicho. Waddsy sacó una docena de discos plateados. “Son explosivos, los he tomado de esa choza junto a las vías del tren. Las ponen en la carrilera cuando hay mucha neblina.
“¿Cómo se deshacen de la niebla?” preguntó Benny. Todos lo ignoramos. “Entonces ¿qué hacemos con éstos, Den?” pregunté, una pregunta simple, pensé.
“Volarle las piernas a algún pobre hijoputa” respondió  indiferentemente. Se las tiramos a los fans del Villa, y cuando empiecen a saltar al ritmo de “bow legged chicken (ndt: Gallina pati torcida)” o algo así, explotan y ¡hey presto! Brummies (Ndt: término coloquial para habitantes de Birmingham) de mierda con una sola pierna. “ Claro", pensé, "cómo no se me ocurrió eso".
“Pero primero” continuó “necesitamos probarlos…¡Scully!” Todo el mundo en cualquier escuela tiene su Scully. El chico que hará cualquier cosa, probará lo que sea, comerá lo que sea, dirá lo que sea… que sea estúpido. Scully todavía tenía botas con taches, perfectas para saltar sobre pequeñas minas antipersona. Scully un tanto aburrido, aceptó.  

Estuvimos castigados una semana y reportados por un mes. A Scully le compraron un par de botas nuevo, y Waddsy estaba un paso más cerca de ser expulsado. Pero su experimento había sido un éxito total, próxima parada: Tote End.

Los Rovers tuvieron un tremendo desempeño en la Liga y habían llegado hasta la 5ta ronda contra el “viejo enemigo”: Aston Villa. Los del Villa eran nuestros némesis. No en la misma liga que nuestro odio por Bristol puto City, obviamente, nada podía compararse a eso, pero el Villa estaba en la Tercera División con nosotros, mientras que solamente teníamos una oportunidad al año de aplastar a los fans del City  en la final de la Copa Gloucester, y aún faltaba mucho para Mayo. Un público de alrededor de 30,000 llenó el Eastville en una increíblemente húmeda noche de Noviembre. Ya había habido pequeñas peleas a lo largo de Stapleton Road, pero PC Rain (Ndt: la policía, creo) lo había hecho bien, y había mantenido el aggro bajo control. Bajo el techo del Tote End las historia era diferente, no había nada que nos separara y había peleas por doquier. Era tiempo para que Waddsy entrara en acción.

“Aquí Browner, lanza unos de éstos”  Waddsy me pasó algunas de las minas antipersonales. “Lánzalos así” salto alto y los lanzó rozando las cabezas rapadas para mayor efecto. Le hice caso sin mucho ánimo, mi corazón palpitaba con miedo y emoción. Esperamos… nada pasó. 

El juego continuó.  Stuart Taylor marcó un gol para los Rovers.  Un gol justo antes del medio tiempo siempre era un preludio para más violencia. Otra vez empezó, botas y puños por todas partes, miles de mojados y vaporosos jóvenes reventándose unos a otros. “Fertiler, fertilizer, fertilizer” nos provocaban los Brummies, burlándose de nuestro acento.

“Brimimgum, chewing gum” replicó el Tote, un poco patéticamente.
“No puedo creerlo” exclamó Waddsy, “no están estompeando (ndt: pisando fuerte)” Los Skinheads amaban estompear, nacieron para eso. “¡Salten de arriba a abajo bastardos!” gritó lo más duro que su voz de adolescente le permitía.

Nada. Waddsy empezó a desear que en los parlantes empezara a sonar “Skinhead Moonstomp” de Symarip, el himno Skinhead, la astuta y un tanto oportunista nueva versión de “Moonhop” de Derrick Morgan. Eso haría que los bastardos saltaran.

“Solo hay una cosa por hacer”  dijo Waddsy “ya vengo. Voy a hacer que esos hijoputas canten”.
“¿A dónde vas  maldito loco?” pregunté, ya sabiendo muy bien a dónde se dirigía.
Y así se fue, abriéndose camino a empujones entre la multitud, en dirección a la mitad de los fans del Villa.

“Está demente”, dijo Lil. Un poco desubicado, estaba Lil.  El hijo, de uno cincuenta y nada de estatura, de clase media de un hombre de negocios norteamericano, ahora viviendo en el gentil Westbury-on-trym, haciendo lo correcto y enviando a sus hijos estadounidenses a la escuela en un council estate del norte de Bristol. Tenía la razón en todo caso, Waddsy estaba demente. Lo perdimos de vitsa, pensé que estaba en problemas. Si la basura Brummie no notaba su acento, seguramente notaría su chaqueta Levi´s con un pequeño grafiti de “TOTE” en el parche de cuero arriba del bolsillo del pecho. Esperamos con la respiración agitada.

“Soy un pollo con piernas chuecas, soy una  gallina pati torcida. No había sido tan feliz desde no sé hace cuánto. Camino con un meneo, y me contoneo cuando camino, haciendo la caminata del ¡HOLTE END!” rugieron los Brummies. Aquí viene, pensamos… “La, la, la, la, la ,la, la, la”. Saltaron, como solo los fans del fútbol lo saben hacer, apoyándose en los amigos, las manos sobre los hombros de un completo desconocido de adelante, escandaloso, glorioso pisoteo… pero ni una puta explosión.

Pensamos que habíamos perdido a Waddsy por esa noche, o que había sido machacado hasta la muerte por algún Psicópata de Quinton, o arrestado por Old Bill (Ndt: literalmente el Viejo Bill, término coloquial para la policía), pero increíblemente encontró el camino de vuelta a nosotros, con una gran sonrisa en su cara. ¿Y qué si las minas no explotaron? ¡Qué astucia, que valentía, qué demencia! Había logrado una hazaña que le daba status de héroe entre nosotros, eso era lo que importaba. En cuanto al juego, el Villa empató,causando más caos, y desatando un ataque de proporciones épicas por parte de los Tote Enders: “A-G, A-G-R, A-G-R-O, ¡AGRO!” Si tan solo, si tan solo… hubiéramos aparecido en la portada del Daily Mirror (Ndt: periódico).

Solo había una cosa que disfrutábamos más que un poco de bovver en los juegos en casa, y eso era los juegos como visitantes. Había ido a juegos como visitantes antes- mi primer viaje hacia lo desconocido había sido a Reading en 1969, cuando además de una sorprendente victoria en el campo (Rovers ganaron 5-1), los novedosos skinheads del Tote End habían destrozado a los biscuitmen de Berkshire. Pero ese día, había viajado en los molestos buses para fans del club, y ahora, varios meses más tarde, no podía soportar la idea de sentarme junto a algún imbécil con su gorrito de lana y sujetando una matraca y un termo de té. Solo había una forma de viajar: el especial de fútbol, cortesía del tiquete para la plataforma de 3 peniques. Y sí que tuvimos un viaje genial, cortesía de British Rail: Torquay.

Esta vez sí que íbamos realmente en manada. Parecía que toda la escuela de Henbury estaba allí y todos íbamos armados. No que muchos de nosotros estuviéramos realmente preparados para usar armas. Era simplemente lo normal, tenías que andar con un arma, pura demostración de creerse valiente.  Los baños de la escuela fueron desvalijados ya que todas las cadenas fueron removidas de sus cisternas y escondidas entre nuestra ropa, al igual que nuestros favoritos, los tubos, la peinilla de metal, barras de hierro, y tal vez el arma más siniestra de todas, una botella de zumo de limón llena de blanqueador. 

El viaje de llegada había sido calmado. Unas cuantas latas de Double Diamond habían calmado nuestros nervios- nerviosos sobre Torquay, qué ridículo, pero lo estábamos. No sabíamos qué esperar. Habíamos escuchado rumores de que Argyle iría, y había mucho odio entre los Rovers y esos bandidos de Union Street desde el juego en Home Park el pasado Abril. Había sido un juego al que había ido junto al resto de chiquillos de Henbury, en el que nos habíamos pegado a nuestros mayores mientras peleábamos firmemente, primero alrededor de la estación, luego  en el parque que rodea Home Park, y tercero en las graderías de concreto del estadio mismo,  antes de repetir los actos en reversa, mientras volvíamos  a la estación.

El canto de “E por B y ‘enbury” (E-for-B and ‘en-bury) se estaba volviendo tan popular en Eastville como el original “E-for-B and Georgie Best” lo era en el Old Trafford, y lo que es más, nuestras caras empezaban a ser conocidas y aceptadas entre los chicos de otros distritos. Teníamos un buen Crew, pero no estábamos en la misma liga que algunos de los otros. Lockleaze, Fishponds y Kingswood, estaban todos bien representados, pero no había resentimientos. Estábamos todos juntos, éramos el Tote. Éramos un joven Crew en ascenso. Algunos de los de Lockleaze tenían más de 18, veteranos de los viejos días, que orgullosamente llevaban las impresionantes patillas mutton-chop que habían sido tan populares entre los skins más maduros y de las que, de nuestro crew, solo Waddsy podía alardear. Y luego estaba Andy Phelps.

El Grande Andy, o “El Oso” como los fans del Villa le llamaban de mala gana, era una leyenda, nuestro líder indiscutible. Él, junto a Brian Willis, había creado el Tote End en Enero de 1967 luego de una pelea en la copa FA con el Arsenal, que no solo atrajo un público de 35.000, sino que también fue la primera invasión y ocupación a gran escala por parte de fans visitantes a las graderías cubiertas del estadio local. Andy juró que el Tote End nunca sería tomado de nuevo, no sin una pelea al menos. A través de los años hicimos lo mejor que pudimos para cumplir la promesa de Andy.

Andy era una paradoja. Mientras casi todos los miembros del Tote eran Skinheads adolescentes con sus bolas recién crecidas, Andy tenía más de 20 años, con una complexión masiva como de una casa de ladrillo, y lo que es más, era un greebo- una gran masa rodante con pelo que le llegaba hasta los hombros, usando jeans sucios y chaquetas de cuero.  Conseguir un movimiento de cabeza en aprobación de parte del gran tipo era un gran logro en sí mismo. ¿Qué hacíamos nosotros, que nos enorgullecíamos de nuestra apariencia y nuestra actitud, siendo guiados por él? No lo sé, pero le seguíamos, cuando Andy estaba cerca nos sentíamos más seguros, invencibles, era como nuestro amuleto de la suerte.

Había otros de igual presencia, el maravillosamente nombrado “’Arry Barra de Hierro”, de quien había escuchado mucho, pero visto poco y el muy real Peter Kimble, un tipo gigante y peludo que trabajaba en el puerto de Avonsmouth, era más grande incluso que Andy. Los skinheads eran liderados por personajes como Dobbsy quien, extrañamente y al igual que Andy, venían del otro lado del rio, y Rob Boyle de Eastville. Rob era una cara importante dentro de los skins, un astuto y bien educado individuo que más tarde se convirtió en profesor. Siempre se veía bien, Rob, Ben Sherman a cuadros, cardigan negro largo, pulgares plantados tras unos tirantes rojos brillantes, el par más brillante de Dr Martens Cherry que salían de debajo de Sta Prests verde-mostaza con el quiebre planchado tan finamente que parecía que te podías cortar; puro estilo.
“¿Todo bien, jóvenes?” decía Rob. Se paraba ahí, llenando el vacío dejado por la ahora ausente puerta que había sido arrancada   bruscamente por alguno de sus jóvenes acompañantes.
“Seh, bien Rob ¿y tú?” le respondí, con el pecho hinchado de orgullo.
“Tenemos que estar preparados hoy, los de Argyle vienen en camino. Así que anden todo juntos, ¿ok?”
“Sí, no hay problema”
“Bien, los veo más tarde”
Hay algo sobre llegar a un pueblo pequeño en tren. Tan pronto como el pueblo saltaba a la vista y el tren empezaba a aminorar la marcha, las ventanas bajaban y las cabezas salín “¡BER-RISTOL, BER-RISTOL, BER-RISTOL!” cantábamos, aterrorizando a algún pobre tipo que había salido a cuidar sus verduras al jardín. No podíamos esperar a bajarnos, las puertas se abrían y salíamos a correr por la plataforma. Todo empezaba en seguida, un portero recibía un empujón, maletas eran pateadas, una ventana era rota. No habíamos ni salido de la estación y el Aggro ya estaba empezando ¡Putamente genial!
  
Afuera de la estación había un comité de bienvenida de la policía, pero se llevaron una sorpresa – la inteligencia para evitar la violencia del fútbol aún estaba en su infancia. Tenían mucho que aprender.  La ley no podía arreglárselas con cientos de vagos llegando al mismo tiempo, un camión de carne (Ndt: expresión para camión de la policía) y un perro no iban a detener a tanta gente. A medida que salimos de la estación y nos dirigimos a la costa, un solitario Triumph Herald giró por la esquina directo hacía nosotros. Estúpidamente paró, sus ocupantes de mediana edad y clase media nos miraron sorprendidos, primero con un poco de molestia y luego con horror al darse cuenta de la situación en la que se encontraban. Rodeamos el carro y rápidamente lo teníamos balanceándose hasta que eventualmente se volcó, el ruido de las ventanas rompiéndose siendo recibido con aullidos de risa de parte del ruidoso grupo.


Corrimos bordeando la costa, gritando, insultando a todos a la vista. Todos los ojos estaban sobre nosotros, con total desprecio, los locales nos miraban boquiabiertos al ver este horrible y herético montón de jóvenes de la malvada ciudad de Bristol. Fue divertido sí, pero un poco demasiado fácil “¿Dónde están los contrarios? ¿Dónde están los Skins de Devon?” por fin encontramos algunos, eran tres, uno alto que se veía buen rival, y otro dos más pequeños como de nuestra edad. Sin dudarlo nos lanzamos de una. Los dos más pequeños escaparon en el acto. No podía creer cuando el alto se quedó en su lugar, esperando preparado para la violencia. En el último segundo se arrepintió y salió a correr, desafortunadamente para él, fue directo a un poste. Y ahí entraron las botas, nos peleábamos entre nosotros para ser los primeros en patearlo. Justo cuando me preparaba para darle una buena patada sentí un golpe en mi cabeza.
“¡Quítensele de encima, idiotas!” Era Rob Doyle.
“Déjenlo tranquilo por dios, ¡está solo!”
Rob daba patadas y puños, quitándonos a todos de encima. Todos nos echamos para atrás preguntándonos cuál era su plan.
“Levántate amigo, lo siento por eso, sólo son un montón de imbéciles”. Le devolvió su chaqueta Wrangler, la cual alguien estaba decidido a quitarle. Rob tenía la razón, eso estuvo totalmente fuera de lugar. Fue una valiosa lección para todos. Éramos duros, nos gustaba la pelea, pero esto no estaba bien.
“Cualquiera de ustedes vuelve a hacer eso y se gana una paliza de mí, ¿Vale?” gritó Rob.
 
Nos marchamos, tiempo de encontrar un Pub.
No fue difícil. Para esa hora Torquay estaba invadida por Tote Enders, todos los pubs estaban llenos a reventar, ideal para que pequeños 14 añeros  se escondieran en las oscuras esquinas sosteniendo sus grandes Tavern Kegs;  cuatro pintas (Ndt: 1 pinta es medio litro) más tarde estábamos vueltos mierda. El viaje al estadio fue tan ocupado como el viaje desde la estación, un carrito de leche volcado, galones del líquido yéndose por el drenaje, vidrios rotos por todas partes, una caseta lanzada sobre una pared para luego caer 17 metros dañando varios autos.

El partido en sí fue un anti-clímax. Nos tomamos su End, apropiadamente llamado el Cowshed (Ndt: literalmente establo de vacas), sin ningún problema.  Por dios, incluso un montón de enanos con un solo brazo podrían haberse tomado su End, difícilmente era un logro. Momento de empezar con los polis. “¿Cuál es tu problema, bobo?¿Cuál es el problema contigo, eh?” cantábamos al ritmo de la canción de Rolf Harris “Tie me kangaroo down sport”. ¿A  quién se le ocurrían esas canciones? ¿Se sentaban en sus cuartos y dedicaban sus vidas a escribir canciones de fútbol? Pobres bastardos. 

La ley se nos mandó encima, bolillos afuera y todo el mundo se mantuvo firme. Sin organizarse, sin pensarlo dos veces, sin preocuparse, sólo lo hacías, era natural.  Nadie pensaba que estuviera haciendo algo fuera de lo común o malo; eras un adolescente,  eras un fan de fútbol, por lo tanto peleabas. Si no podías pelear con un chico justo como tú, que pensaba igual, que vivía una vida igual, entonces,  ¿Con quién podías pelear?

A la ley le dimos unos buenos golpes. Pasarían años antes de que se organizaran  lo suficiente para controlar a los hooligans en las gradas. Mientras tanto, su única arma efectiva eran los perros. Eran algo común en las gradas en los 70’s: brutalmente grandes y peludos Pastores Alemanes, usualmente acompañados por  brutalmente grandes y peludos policías, ya que es un hecho irrefutable que los que manejaban a los perros siempre tenían barba. Los perros tuvieron el efecto deseado, la calma se restableció rápidamente. 

 El partido se acabó con un empate 1-1. Solo un fan de Argyle fue, un chico de raza mixta, tan común en Devon como lo era el metal en el gabinete de trofeos de los Rovers. Antes de que el marica pudiera terminar “ARGYL…” fue golpeado por un puño del tamaño de su cabeza proveniente de Andy Phelps. El pobre bobo quedó inconsciente de un solo golpe. Vería esta escena repetida muchas veces a través de los años.  Andy no era el tipo de persona que se detenía a pensar bien en sus opciones, tampoco era el tipo de persona que daba patadas. No lo necesitaba, usualmente un puño era suficiente.  Es divertido la cantidad de pueblos y clubes de fútbol a los que fuimos, pero suyos nombres nunca alcancé a escuchar completos, “MANSF…” ¡Pum! “WALS…” ¡Pum! “Bourne…” ¡Pum! Genial.

Luego de otras cuantas pintas, y un fugaz manoseo con un par de las Skinhead girls locales que pensaban que nosotros los Bristolianos éramos  lo mejor, volvimos al tren para un viaje de descanso de vuelta a Bristol. Un viaje de descanso con asientos arrancados, retretes rotos, ventanas quebradas y bombillos quitados. El cable para comunicarse fue jalado más veces que el pene de un adolescente, e incendios fueron iniciados con alarmante frecuencia. Los habríamos apagado pero todos los extintores habían sido arrojados por las ventanas. Para colmo, un grupo había atacado el carro de la comida, golpeado al vendedor de bebidas y tomado su dinero y productos, resultando en barras Mars y Double Diamond con descuento rondando por ahí. 

El último juego de 1970 en Eastville fue contra Swansea Town, el día después de Navidad, un día amargamente frio en el que no había buses y que nos representó un desalentador viaje de 4 millas desde nuestra área de influencia al norte en nuestro Council Estate de Henbury, que parecía el Ártico.    Al momento de llegar al estadio, estábamos congelados e incluso la botella de whisky que Lil le había robado a su viejo   del mueble de bebidas, no calentaba nuestros espíritus. El Tote actuó como de costumbre, dándole una buena paliza a esos folla-ovejas en el Open End. No me tocaron ni me molesté. Hacía demasiado frio y me estaba dando gripa. En todo caso, no quería dañar el Crombie que mi madre me había regalado para Navidad- no un genuino marca Crombie, simplemente uno de esos de Keedons que costaba £12, todo el mundo los usaba. El partido fue una mierda, 0-0. Nos tomamos un par de Rones con Coca Cola en el White Swan antes de arrastrarnos de vuelta a casa. Estaba demasiado ebrio, y lo que era peor, había empezado a nevar.  

Sin embargo, en general 1970 había sido un buen, muy buen, año. Había hecho viajes como visitante a Luton, Bournemouth, Reading, Plymouth, incluso Aldershot, y por supuesto Torquay, y había salido relativamente sin un rasguño, cuando incluso la malvada batalla en un partido de la copa Gloucester en Ashton Gate, que había dado como resultado 40 arrestos de jóvenes, me dejó intacto (en gran parte gracias a que mantuve mi cabeza baja y mi boca cerrada). ¿Y qué si no eran Arsenal o Liverpool? Un puño o una bota de un Janner (Ndt: gentilicio informal para los que viven en Plymouth) duele lo mismo que el de un Scouser (Ndt: gentilicio informal para los de Liverpool) y como los Rovers se revolcaban en la Tercera División eso significaba que teníamos que sacar el mejor provecho en cuanto a Aggro siempre que pudiéramos. Mis esfuerzos por escalar en reconocimiento entre mis colegas y hacerme un nombre empezaban a dar sus frutos. Estaba tranquilo con mi identidad, y mi apariencia e incluso gustos musicales eran envidiados.  La música del año era legendaria por su simplicidad. Los skinheads no eran creaturas complejas, y la música cruda y básica de Norte América, y más importantemente, la de Jamaica, satisfacían nuestros aún más básicos instintos- “Give me just a Little more time” y “You’ve got me hanging on a string” por Chairmen of the Board y “Na, na, hey, hey, kiss him goodbye” de Steam, que se convirtió en uno de los himnos esenciales del fútbol, habían llegado al Top 10 en Enero y se peleaban con el continuo avance del Reggae en las listas  por parte de los sellos Trojan y Pama.

El muy plagiado  favorito de todos los ‘Ends’ del fútbol, “Liquidator” por Harry J Allstars, había entrado a las listas por primera vez en Noviembre de 1969 y se había mantenido allí hasta Marzo de 1970. Mientras la profunda  “Young, gifted & Black” de Bob & Marcia llegaba a su tope en el puesto 5 en Abril de 1970.  La banda responsable de que llamaran al nuevo sonido jamaicano “Reggae” o “Reggay” como en “Do the Reggay” allá por 1968, los Maytals de Toots Hibbert, llegaron al puesto 47 con “Monkey Man”. Y el maravilloso “Love of the common people” de Nicky Thomas que en los 80’s impulsó la carrera en solitario de Paul Young, llegó al puesto 9 en Julio.

Sorprendentemente, la canción defintiva de los Bovvers boys, “Skinhead Monstomp” de Symarip, no logró entrar al Top 50. En todo caso no estaba sola, “Johny too bad” de The Slickers,  con sus advertencias a los Rude Boys, o una de las primeras ofertas de “versions” , “Version Girl” por Boy Friday, tampoco entraron.
Con muchos de sus lanzamientos apuntando al aun creciente y predominantemente blanco, movimiento Skinhead, Troajn y su montón de subsidiarias (incluso había una llamada Agro, y una banda de sesión jamaicana llamada The Aggrovators) había sacado no menos de 70 sencillos ese año, vendiendo unas sorprendentes 250,000 copias en el mercado pop británico y como un sello independiente tenía un record de canciones como el de ningún otro. A pesar de todo el éxito del Reggae en los listados ese año, hubo una canción que superó por mucho cualquier cosa que Jamaica, o más específicamente Neasden, tenía que ofrecer. Y ésta fue, “Banf of Gold” de Freda Payne, que llegó al puesto 1 en Septiembre y se mantuvo en los listados por gloriosas 19 semanas.   

Tamla Motown, el sello que primero había alcanzado la fama durante los 60’s cuando los Mods causaban problemas en Brighton, también tuvo un hit en el puesto 1 en 1970 con “Tears of a clown” de Smokey Robinson, y otro hit de top 10 con el clásico anti-guerra de Vietnam de Edwin Starr, “War” y la maravillosa cacofonía de “Ball of confusion” de Temptations. Mientras que “Still water” y “It’s all in the game” de los siempre geniales Four Tops, daban fe de que aún faltaba un tiempo para la caída de Detroit. Sin embargo, el Verano había sido dominado por una canción local, la irritantemente pegajosa “In the summertime” de Mungo Jerry, que se mantuvo en el puesto 1 por 7 largas semanas, y finalmente fue tumbada por “The wonder of you” de Elvis Presley.

En cuanto a música, 1970 fue un año de mucha diversidad, desde la aburridora “Wand’rin Star” de Lee Marvin, hasta el asombroso “Voodoo Chile” de Jimmy Hendrix. Como mi nueva vida en las gradas, la música de los 70’s no tendría momentos aburridos, acababa de subirme a la montaña rusa de mi vida, y justo aquí, justo ahora en Diciembre de 1970, con tan solo 15 años, la atracción hasta ahora estaba pasando por la primera e inocente curva.  
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario